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Años 70

La obra de Ruival con ( con v porque así lo quiere él, que ha corregido la estética a la vulgar ortografía) me pilló desprevenida. nadie, ni siquiera él, me había puesto en guardia. Por otra parte, resultaba totalmente inverosímil que aquel pequeño y absurdo apartamento funcional pudiera haber servido para convocar la belleza. Pero allí estaba, mágica y agresiva, repitiéndose en cada tela, como un dolor ancestral y permanente. Yo miraba al hombre, consumido, torpe e indefenso, sin un asomo de malicia o arrogancia y no acababa de comprender el misterio de la creación. Simplemente esto, me ha movido a escribir la presentación de una obra que habla por si misma.
Las telas de Ruival son la historia formal de una obsesión, a la que sirven, dócilmente, la composición y el equilibrio técnico. Su obra no es un sueño intelectual, sino el desvelo febril de una primitiva criatura, sometida a una descarga sensitiva muy superior a la fuerza de su razón y, por tanto carente gangas analíticas. Es la obra torturada de un insomne, el contraste entre la calma que infunde la noche a la naturaleza y el tormento que exaspera el ánimo del desvelado por el amor o del poseído por los demonios que lo empujan a la desmedida aventura. No exagero, conozco la atmósfera irreal y fantasmagórica que lo rodea, mientras ruge y gime y pasea y rompe docenas de dibujos, hasta que se transfigura y obra el prodigio de la creación. Entonces mueve las montañas y las traslada de Galicia a Roma y torna las serenas aguas que orillan su tierra, en un mar tenebroso y amenazador, infierno de humildes e de ilusos. Sus mares no son marinas, ni sus aguas están teñidas de tímidos y serenos azules; son una formidable pesadilla implacable y dantesca, tapizada por la policromía más insólita. En medio de esta noche oscura, grita de pronto: ¡hágase! Y estalla el milagro de la luz, para iluminar a sus criaturas perdidas, arracimadas en dramáticos grupos, caminando de espaldas a la tierra.
La belleza es sólo una aventura personal; una dramática aventura son las mismas manchas de ahora, con un proceso intermedio de costoso y riguroso aprendizaje y dominio de la técnica.

Fragmento del texto de ELVIRA DAUDET.
Roma, 17 de mayo 1974

Todo resulta repetitivo menos el fruto de la imaginación.

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